¿QUÉ TIPO DE MADRE/PADRE SOY?

Cuántas veces hemos oído la frase «ojalá los niños viniesen con un manual de instrucciones», así es, cuando empezamos nuestra andadura como padres cientos de dudas empiezan a apoderarse de nosotros, quién no se ha preguntado alguna vez ¿lo estaré haciendo bien? Partiendo de la base de que todos los padres intentamos hacerlo lo mejor posible, debemos conocer qué tipo de estilo educativo estamos utilizando para saber qué consecuencias va a tener sobre nuestros hijos.

En muchas ocasiones seguimos los patrones educativos de referencia, es decir, los que hemos vivido y experimentado cuando éramos nosotros pequeños, e incluso muchas veces, nos vemos repitiendo comportamientos de nuestros padres o madres que no nos gustaban en absoluto, por eso debemos hacer esta reflexión, para tomar conciencia de si la actitud que estamos tomando con nuestros hijos es la más favorable para ellos.

Antes de comenzar a detallaros los estilos educativos, es necesario recalcar que evidentemente, tanto el padre como la madre de un niño pueden tener unas pautas educativas totalmente distintas. Es necesario que los padres tomen cartas en el asunto cuando vean que hay una falta de coherencia en sus normas, en sus límites, en las pautas educativas…ya que esto puede tener unas consecuencias nefastas en la autoestima y el comportamiento del niño.

En función de nuestras actitudes, podemos encontrar distintos tipos de madres/padres:

PADRES AUTORITARIOS. Quizá el estilo de autoridad es que nos resulta más familiar, porque todos en mayor o menor medida lo hemos visto en casa. Seguro que os suenan frases como “porque yo te lo digo” “esto es así y punto” “tú que vas a decir, estás mejor calladito”. Los padres autoritarios son inflexibles y rígidos con las normas y generan miedo a base de gritos y amenazas, estos niños serán miedosos, todo les producirá ansiedad y no cumplirán con la norma porque sea justa, sino porque les viene impuesta. Mucho cuidado con este estilo porque genera adultos con muchos miedos.

PADRES PERMISIVOS. Estos son los padres que lo permiten todo, hacen todo lo necesario para evitar “sufrimiento al niño”. Tanta dedicación y tan exclusiva confunde al niño y crece pensando que todo el mundo tiene que estar pendiente de lo que quiera y dárselo tan rápidamente como en casa.

Estos niños acaban consiguiendo hacer todo lo que quieren, utilizan todo tipo de recursos, llanto, rabietas, chantaje, amenazas…para salirse siempre con la suya.

PADRES COLEGAS. Un padre NO es un colega. Hay que transmitir a nuestros hijos que somos un referente de autoridad, y si nos hacemos colegas suyos corremos el riesgo de perder la autoridad. Un niño tendrá muchos amigos, compañeros de clase, conocidos, familiares….pero los padres son ÚNICOS. A veces nos tocará ser un sargento, otras el mejor confidente, otras el amigo más divertido, el personaje más odiado; y muchas el referente que imitarán a la hora de construir su vida.

¿En qué consiste la AUTORIDAD POSITIVA?

Nos ha costado mucho tiempo darnos cuenta de que los padres que ejercen con su autoridad, cumplen con sus responsabilidades y exigen que los hijos asuman las suyas Lo hacen sin complejos porque entienden que eso no les hace injustos, ni autoritarios, sino que forma parte de su papel como padres. Describamos las actitudes de la autoridad positiva:

NORMAS CLARAS. Cuanto más concretas, mejor. Hay que evitar dar mensajes generales como “pórtate bien” o “se bueno”; debemos concretar “quédate sentado en la mesa hasta que acabemos de comer” “al llegar a casa lleva tu mochila a la habitación” “recoge tu plato cuando acabes de cenar”.

Hay que conseguir que en casa las normas se vivan como justas, ten en cuenta las necesidades del niño además de las tuyas, cambia el “a la cama ya porque te lo digo yo” por “a la cama sino mañana tendrás sueño en el colegio”, convencerá al niño en vez de intimidarlo. No podemos pedir a un niño que se coma todo lo que hay en el plato si nosotros separamos lo que no nos gusta o que le pidamos que deje de gritar dando voces, debemos ser coherentes. Ser coherentes nos hace creíbles, respetables y por lo tanto, nos da autoridad.

Y cuando se saltan las normas…ANUNCIA Y CUMPLE CONSECUENCIAS “si te levantas de la mesa entenderé que has terminado y no comerás nada más hasta la próxima comida” o si se lo puedes expresar en positivo todavía mejor “me encanta que estés sentado así, podemos hablar tranquilos y cuando acabemos te dejaré escoger el postre”.

Introduce la EXCEPCIÓN A LA NORMA. Una vez que el niño ya conoce y cumple los límites, es el momento en el que ya podemos hacer excepciones. ¿Por qué no ver la tele cenando los viernes y quedarse hasta más tarde si es capaz de acostarse a su hora y de comer sin ver la tele el resto de los días? Las excepciones son divertidas, el niño te las pedirá y tendrás que mantenerlas. Le estás enseñando cómo y cuándo saltarse las normas, y eso también tiene que aprenderlo.

Las consecuencias de vivir una autoridad positiva

En un ambiente familiar en el que los padres:

  • Están atentos a las necesidades e intereses del niño: “Es hora de irte a la cama o mañana estarás cansado para funcionar todo el día”.
  • Saben que se equivocan. Por eso entienden y permiten que sus hijos lo hagan porque saben que estimulan la capacidad de tomar decisiones “Entiendo que estés cansado después de todo el fin de semana y por eso has decidido hacer los deberes ahora. La próxima semana prueba a hacerlos el sábado a la mañana.”
  • Hablan de sus emociones, sobre todo cuando están provocadas por el comportamiento de los niños “Me encantan los besos que me das cuando te levantas y me das los buenos días” “ Me enfado cuando tengo que repetirte que recojas”
  • No tienen miedo al conflicto porque asumen que es parte de la convivencia “Cuando dejes de llorar te atenderé”.
  • Explican las consecuencias y las cumplen: “ Si tardas mucho en cenar tendremos menos tiempo para leer el cuento después”, o en positivo “Qué bien que has acabado tan rápido, ahora tenemos más tiempo para leer”.
  • Están presentes cuando su ayuda es necesaria y se retiran cuando no se les reclama “Intenta hacerlo tú, y si no puedes, te ayudo”.
  • Distribuyen responsabilidades y tareas familiares: “Poner y recoger la mesa entre todos”, “Cada uno prepara su pijama antes del baño” y están especialmente pendientes de señalar los comportamientos adecuados e ignorar los inadecuados.